martes, 13 de enero de 2015

Querido Diario: Día 13

¡¡¡¡Muchacha, que te va a pasar algo y sólo yo lo sé y no tengo ni idea de cómo encontrarte!!!! Aunque en Zaragoza todos decimos que es una pañuelo, lo cierto es que cuando quieres cruzarte con alguien, no hay forma de coincidir. Depende de lo que pase hoy, ¡he pensado ir en persona a esa casa del Barrio de Torrero!... 

Día 13
Subí las escaleras hasta el cuarto piso, y llegué a la puerta A. Me recibió una simpática alfombra, que no parecía propia de un grupo de delincuentes... 


De hecho, es muy parecida a la que me regalaron cuando me mudé a Zaragoza...


Pero bueno, pongámonos serios, que yo ese día iba muerta de miedo. Me temblaba hasta el flequillo cuando toque el timbre. Estaba segura de que no me reconocerían, pero había olvidado qué iba a decir cuando me abrieran la puerta, ¡si es que alguien abría! Volví a tocar el timbre, y entonces sí oí pasos acercándose y una voz ronca de hombre que decía al otro lado: ¿Quién es? La improvisación, los nervios,... todo junto me llevó a decir: Soy de control de plagas. Un vecino ha alertado de que hay una invasión de cucarachas, ¿no sé si ustedes lo han notado en su vivienda? 

El hombre carraspeó y dijo que no, que en su casa no había cucarachas. Así que seguí con mi discurso: quería avisarles de que mañana entre las 10 y las 11 pasaremos por todos los pisos para desinfectar la zona de cocina e inodoros. Si no se hace en todas las viviendas, las cucarachas salen por otro lado y... ¡no hay manera! ¿Les va bien esa hora? Para mi sorpresa la puerta se abrió, y un hombre de unos cincuenta y tantos años, demacrado, sin afeitar y en bata y pijama me dijo que a esa hora estaría él. Que si había que pagar algo, o tomar alguna precaución. Le dije que si estaba acatarrado, como parecía, sería mejor que esperase en el rellano mientras mi empresa trabajaba, serían unos diez minutos como mucho. Estrechamos la mano, cerró la puerta, bajé a la calle temblando de pies a cabeza, y maquinando mi estrategia del día siguiente. Necesitaba un mono, guantes, mascarilla y algún tipo de producto desinfectante... 

Después tenía diez minutos para fisgar esa casa de arriba abajo. ¡Qué orgullosa estará mi madre cuando se lo cuente dentro de diez o veinte años, pensé, porque como se entere ahora, me cruza la cara y me lleva atada hasta casa!

¡Y también necesitaba un compinche! Tendría que pasarme por la Universidad a adelantar algo de trabajo y hablar con uno de mis colegas, ¿todavía no os he hablado de Chia-Kang



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