miércoles, 21 de enero de 2015

Querido Diario: Día 20

Me gusta esa Ana, y su niño. ¡Y qué mal han debido pasarlo! Estarán bien con Marta y su madre. Tienen que ayudarse mutuamente...

Día 20
Ayer Chia-Kang me estaba esperando al llegar a casa. Estábamos solos. Mi madre había salido a dar un paseo y no había rastro del grupo de amigos chinos de Chia. 
-Es hora de tú hablar con Chia, me dijo
-Sí, Chia, pero estoy cansada y quería irme a la habitación un rato porque...
Ante mi asombro, mi amigo se plantó de brazos cruzados impidiéndome avanzar por el pasillo. 
-No. Es hora de tú hablar con Chia, repitió. Chia no es tonto. Chia sabe que estás en un lío, gran lío. Siéntate aquí enfrente de Chia y empieza a contar todo. T-o-d-o
En otra ocasión, le habría intentado esquivar con alguna broma, y no le habría hecho caso, pero anoche, mi amigo estaba muy serio, como un padre con la cartilla de notas del hijo llena de suspensos. No tuve más remedio que claudicar.
Le conté todo. Absolutamente todo. Sus ojos parecieron achinarse más de lo habitual, pero esa fue la única expresión que capté. Durante la hora larga que duró mi confesión, no dijo nada. Ni hizo gesto alguno que revelara su estado de ánimo.

Cuando mi madre entró al piso, llevábamos unos minutos en silencio. Su ¡hola chicos! nos hizo volver a esa falsa naturalidad que arrastrábamos antes de la conversación. 
-Traigo patatas y calabacín, ¡ya verás qué rica la tortilla, Chia-Kang -mi madre siempre le llamaba con el nombre completo-!  
Y siguió hablando de las bondades de la dieta mediterránea mientras desaparecía en la cocina. Su voz amortiguada nos volvió a dejar uno frente al otro. Casi en susurros, Chia habló más claro que nunca.
-Marta, no entiendo porque no decirme antes este problema.Yo tengo contactos. Somos muchos de China aquí. Somos gente trabajadora, gente silenciosa, gente que conoce gente y nos ayudamos unos a otros. Quiero que estés quieta unos días. Déjame hablar con mi gente. Ellos son muy listos, saben cómo moverse. Dile a Ana y su hijo que vivan aquí en casa. Y cuando tu madre no mire, pásame fotos, datos, direcciones,.... Marta, ya te he dicho que no ser tonto. 
-Gracias, Chia, pero este asunto no es fácil, y tú eres un estudiante empollón, no has sacado esa nariz chata que tienes de los libros nunca, y ya ves de qué es capaz esa gente que tiene a mi hermano...
-Marta, no todo el mundo es lo que parece. Tal vez tengas que conocerme más... ¿Ponemos la mesa antes de que tu madre venga con la tortilla verde?


(sigue)
No queda nada de la tortilla, mi madre y Chia hablaron mucho durante la cena, pero yo estaba tan alucinada con el cambio de personalidad de mi amigo que no sabía cómo reaccionar. Mañana llamaría a Ana y el pequeño Pedro. Sí. Era buena idea vivir todos juntos. Juntos seríamos más fuertes. Por cierto, esta es la receta de la tortilla de mi madre. ¡RECETA! 

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